10 Apr
10Apr

Por Lolo Vlem

Palabras que flotan entre el ruido de los cubiertos, los pedidos que entran , las hornallas encendidas. Pero hay palabras que se dicen al paso. 

Pero hay otras que se dicen mientras se cocina, con las manos sucias, con la cabeza en modo servicio, con el cuerpo funcionando como una máquina bien aceitada.Es un idiomaEn las cocinas profesionales hay un lenguaje que no se enseña en la escuela, pero que se aprende si se está atento. 

Es un idioma que no está en los manuales. No aparece en los libros de recetas, ni en YouTube, ni siquiera en los cursos de técnicas. 

Ese lenguaje —hecho de verbos como napar, blanquear, montar — no es ornamental. Es precisión. Es técnica. Es identidad.

Cada palabra en cocina tiene peso. Decir “sellar” en lugar de “dorar” puede cambiar el resultado del plato. Decir “emulsionar” en vez de “mezclar” es hablar con propiedad. Nombrar bien las cosas no es un capricho: es una forma de entender lo que hacemos y hacerlo mejor.

Después de más de diez años cocinando en serio —en cocinas reales, con presión, con tiempos ajustados y exigencia de verdad— entendí que muchas veces la diferencia entre una cocina profesional y una amateur no es solo la ejecución. Es el lenguaje.

Ese fue el motor de este proyecto. Decidí reunir esas palabras que circulan en los pasillos de las cocinas, organizarlas, definirlas y ponerlas a disposición de otros cocineros y cocineras que, como yo, quieren hablar este idioma con propiedad. 

Así nació El Diccionario de la Cocina.

No es un libro de recetas. No tiene fotos de platos terminados ni consejos de emplatado. Tampoco pretendo ser una guía de tendencias. 

Es una herramienta. 

Pero también es un mapa. 


Un libro para tener a mano cuando estás estudiando, cocinando, enseñando. 

Un compañero silencioso que te recuerda cómo se llama eso que sabe hacer pero nunca supiste cómo explicar.

No lo escribí solo para quienes están empezando. También es para los que ya llevan años, pero se dan cuenta de que nunca nadie les enseñó con claridad qué es una mirepoix o por qué es distinto brasear que hervir

Está pensado para quienes entienden que cocinar no es solo ejecutar: es pensar, nombrar, y también compartir.

En este oficio se aprende mirando, escuchando, equivocándose. 

Pero también leyendo. 

Y, sobre todo, reconociendo.

Porque las palabras también se cocinan. 

Y si están bien cocidas, pueden alimentar más de lo que imaginamos.

Ver el Libro.

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